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La huida de Noliac

Parte IV

Aquellas ciudades no tienen murallas que las rodeen y están construidas sin un orden aparente. Predomina el color café claro, ya que la mayoría de las viviendas están construidas con materiales de esa gama. Los principales trabajos de los pobladores de esas ciudades son la pesca y la venta de animales del río. Lo que más se observa en las calles son los pequeños locales que ofrecen la pesca del día en los que ofrecen diferentes tipos de pescados. En algunas tiendas se vende sopa de pescado y, en otras, ungüentos provenientes de las grasas de ciertos animales.

 

– Como pueden ver, la pesca es una actividad clave para la supervivencia de las ciudades – Anya explicó mientras se desplazaban por las semidesiertas calles de Nogor –, ésa es la razón por la que siempre hay conflictos con Glogor.

– Nos mencionaste que la gente también trabajaba en granjas – Aiden expresó mirando a su alrededor –, ¿ya no cuentan con ellas?

– El clima ha empeorado bastante – Anya respondió sin detenerse –, antes era difícil lograr que creciera algo; ahora es prácticamente imposible. Las personas al darse cuenta de eso han abandonado las granjas y han optado por pescar.

– ¿Eso no es malo también? – Katherine preguntó –, ¿qué harán si acaban con los peces?

– Nos enfrentaremos a ese problema una vez que lleguemos a él – Anya contestó frenándose frente a una de las mejores moradas de la ciudad –. Aquí vive Yolnco el rey de Nogor.

 

Anya da tres fuertes golpes a la puerta e, inmediatamente después, la puerta se abre, revelando a una persona de poca estatura y extremadamente flaca.

– ¿Quiénes son ustedes? – preguntó con una voz rasposa.

– ¿No me reconoces, Volto? – Anya dijo sonriendo.

– ¿Anya?, ¿eres tú? – Volto replicó sorprendido –. Has cambiado bastante desde la última vez que te vi.

– Necesito hablar con Yolnco – Anya interrumpió rápidamente –, las personas que me acompañan tienen información importante que transmitirle.

– Adelante, adelante – Volto exclamó alegre –. El rey se encuentra en el comedor, ¿hay algo más en lo que los pueda apoyar?

– Gracias, Volto – Anya respondió –, eso sería todo.

 

Los tres atraviesan las puertas de la casa y entran a un lugar austero y poco iluminado. En el piso hay una alfombra gastada y no se escucha ni un solo ruido. Anya camina sobre el tapete hacia la puerta del fondo, pasan por una escalera sin barandal y un par de puertas cerradas hasta llegar al final del pasillo, en donde se encuentra una puerta abierta y un fuerte olor a pescado sale de ella. Ya en la entrada, hacen una pequeña pausa a manera de respeto. El rey levanta la vista de su plato y mira fijamente a las personas que acaban de ingresar al comedor.

 

El rey tiene una larga cabellera plateada atada en una elegante cola de caballo, viste una sencilla toga negra y no porta ni una sola joya que adorne su cuerpo; sin apartar la vista de ellos, coloca los cubiertos de madera sobre la mesa y se levanta. La túnica llega hasta el piso, cubriéndole los pies. Con una mano les hace una seña a los presentes para que se acerquen.

Anya camina hacia el rey, seguida por Aiden y Katherine. Una vez frente a él, los tres se hincan al mismo tiempo y esperan a que el rey les dé permiso de incorporarse.

– ¿Qué los trae a mi hogar? – el rey expresó por primera vez con voz profunda –. Ya pueden levantarse.

– Estas personas quieren hablar contigo – Anya afirmó mientras se ponía de pie.

– Su majestad – Aiden empezó –, venimos desde la ciudad de Tlogor donde nos reunimos con Orgon quien nos encomendó la misión de sabotear sus guarniciones para poder mantenerlos lejos de su pueblo.

– El rey Orgon quiere que continuemos peleando contra nuestros vecinos – el rey Yolnco resumió –, y de esa manera dejarlo en paz a él.

– Lo que nos gustaría hacer es proponerle otra idea – Aiden interrumpió –, pero para eso necesito concretar una junta con el gobernante de Glogor.

– Lo que me pides es algo imposible – el rey comentó tajante.

– Lo que estoy pidiendo es algo que beneficiaría a sus reinos – Aiden insistió –, mande a un mensajero con una carta que tenga el sello real: el peor intento es el que no se hace.

– ¿Qué sugieres que diga el mensaje? – el rey cuestionó mientras que con su mano derecha le ordenaba a una persona de su sequito que fuera a buscar algo de papel y tinta.

– Invítelo a una reunión urgente o indispensable para dialogar sobre las condiciones de paz y un nuevo tratado –. En este encuentro estaremos presentes nosotros tres, nadie más – Aiden dijo.

– Desde que era un pequeño las dos ciudades han estado en guerra – Yolnco relató mientras redactaba la carta –, no puedo imaginarme cómo sería vivir en armonía con Glogor.

– Valdrá la pena intentarlo – Katherine añadió.

– Antes de cerrarla, permítame marcar la hoja con mi sello – Aiden solicitó al ver que el rey terminaba de escribir y se disponía a doblar la carta.

 

El rey extiende el brazo para darle la misiva y Aiden la sujeta rápidamente con las manos firmes. Sin pensarlo dos veces, derrite un pedazo de cera color ámbar que hay sobre la mesa y, antes de que se solidifique, saca un anillo de uno de sus bolsos, se lo coloca con cuidado y lo presiona sobre la cera, estampando un símbolo raro.

– ¡Listo! – Aiden comentó mientras le regresaba el papel al rey –, con esto sabrán que la situación es seria.

 

El rey voltea a ver la hoja y descubre un pequeño símbolo extraño.

 

– ¡No puedo creer lo que estoy viendo! – el rey exclamó atónito –. ¿Ustedes? ¡Pero si apenas son unos niños!

– Nos veremos jóvenes, su majestad, pero le aseguro que no lo somos – Aiden expresó sonriendo.

– Ya no tengo duda; con ustedes aquí, el rey Roldo no dudará en venir para la reunión – Yolnco expresó mientras cerraba la carta y estampaba el emblema de la ciudad –. ¿Tienen dónde pasar la noche? Porque les puedo ofrecer una de mis habitaciones.

 – No será necesario. Se me acaba de ocurrir que nosotros podemos ser quienes le entreguemos la carta al rey Roldo – Aiden aseguró extendiendo la mano para tomar el papel.

– Ese no es un trabajo digno de ustedes – el rey aseveró –, cualquier persona lo podría realizar.

– Prefiero manejar este asunto con la máxima discreción posible – Aiden recalcó tratando de convencer el rey –. Me sentiría más tranquilo si lo hiciéramos nosotros.

– Yo no soy nadie para negarles una petición – el rey respondió cediendo –, les deseo un buen camino y que tengan éxito.

– Muchas gracias, su majestad – Aiden comentó mientras tomaba el papel. Regresaremos en un par de días.

 

Después de eso, los tres parten del comedor y caminan en silencio hacia la salida de la casa. Una vez fuera, se detienen y Aiden voltea a ver a los ojos de Anya.

– ¿Qué fue lo que acaba de pasar? – Anya preguntó confundida –, ¿por qué el rey reaccionó de esa manera?

– Te agradezco la ayuda que nos has brindado – Aiden reiteró ignorando las preguntas de Anya.

– Si podemos hacer algo por ti, no dudes en avisarnos – Katherine sentenció.

– ¿Me dejarán así? – Anya interrogó decepcionada.

– Tenemos algo importante entre manos – Aiden respondió –. Al final, si todo sale bien, podremos hablar tranquilos.

– ¿Tienes algún lugar en el que puedas permanecer? – Katherine preguntó.

– Puedo quedarme con Volto y ayudar al rey – Anya contestó de manera contundente.

– Me parece buena idea – Aiden confirmó antes de dar media vuelta –, nos veremos al regresar.

 

Anya, sin mediar palabra, da media vuelta y entra de nuevo en la casa del rey. Pasan algunos segundos y Katherine voltea a ver a Aiden.

– ¿No nos podía acompañar? – Katherine sondeó mientras seguía a Aiden por las calles de la ciudad.

– Siento que caminamos hacia un peligro inminente – Aiden confesó con un susurro que apenas pudo escuchar Katherine.

– Yo no presiento nada – Katherine espetó.

– De todas maneras, te recomiendo que estés en guardia y atenta a cualquier situación a partir de ahora – Aiden sugirió.

– No veo cómo esto pudiera complicarse tanto – Katherine reclamó –, sólo tenemos que entregar una carta.

– Espero tengas razón, Katherine – Aiden comentó –, nada me gustaría menos que fallar con esto.

 

Los dos continúan caminando en silencio a través de las descuidadas calles de la ciudad. Durante esa hora, las personas ya comienzan a abrir sus locales y un fuerte olor a pescado inunda el lugar. Los vendedores gritan tratando de atraer a los posibles clientes que deambulan por las calles.

– ¡Lleve un rico pescado! – un comerciante gritó.

– ¡Pescado fresco, lleve su pescado fresco! – una mujer que ayudaba a su esposo a la venta voceó.

– ¿Le gustaría probar alguna de las cremas rejuvenecedoras? – un joven que tenía una charola en la mano acercándose por la espalda de Aiden preguntó.

 

Por arte de magia una espada se materializa en la mano de Aiden y, en fracción de segundos, el filo descansa sobre el cuello del vendedor. La gente que presencia esta acción guarda silencio de golpe y se queda inmóvil.

– ¡Por favor, no me mate! – el joven suplicó con voz entrecortada.

– Aiden, retira tu espada – Katherine apremió viendo como los presentes clavaban su mirada en ellos.

Él, al percatarse de lo que ha hecho, retira inmediatamente la espada y la hace desaparecer. Le estrecha la mano al joven que acaba de amenazar y le pone una moneda de oro en su otra mano.

– Por las molestias – Aiden dijo disculpándose –. Ojalá cubra los daños que ocasioné.

– Sí, sí – el joven exclamó aún confundido mientras sopesaba la moneda –, con esto está bien.

Aiden continúa avergonzado con su camino, evitando mirar a las personas que se apartan asustadas de él.

– Sé que dijiste que tenemos que estar en guardia, pero yo creo que estás exagerando – Katherine comentó con una mueca.

– No es momento de hacer esos comentarios – Aiden externó mientras apretaba el paso –, terminemos con esto de una vez.

 

Ya es de noche cuando Katherine y Aiden han salido de la calle principal; entran a una serie de calles secundarias que se encuentran aún en peor estado: hay montones de basura acumulándose, ratas corriendo libremente de un lado para el otro y un tufo a descomposición.

– ¿Sabes hacia dónde estamos yendo? – Katherine averiguó con cara de asco.

– Ya no estamos lejos – Aiden respondió –, quise evitar tomar las calles principales de la ciudad para no llamar más la atención.

 

Katherine intenta decir algo más, pero un sujeto ataviado completamente de negro aparece detrás de ellos; la noche le da un aspecto tenebroso a aquella persona. Antes de que algo más ocurra, la espada de Aiden vuelve a aparecer en su mano.

– Sabía que algo no iba bien – Aiden comentó mientras se preparaba para luchar –. ¿Qué haces aquí?

– Mi trabajo – aquella persona con voz gélida respondió –. Por desgracia, ustedes dos no paran de entrometerse.

– ¡Ethan! – Katherine espetó visiblemente miedosa.

– Me da gusto verte de nuevo, Katherine – Ethan comentó sarcástico –. Qué raro que Diego no esté con ustedes.

– ¿Cuál es tu trabajo? – Aiden preguntó sin bajar la espada.

– Tengo que hacer lo que ustedes no son capaces – Ethan explicó –, Orgon vio su debilidad por la humanidad y me contactó para asegurarme de que el trabajo se hiciera.

– ¡Mira a esta gente! – Aiden explotó abriendo sus brazos –, casi no tienen nada y el rey Orgon quiere que continúen viviendo entre la basura para que a él lo dejen en paz.

– A mí me reveló sus verdaderos planes – Ethan aseguró sonriendo.

– ¿Sus planes involucran terminar con nuestra vida? – Katherine sondeó mientras desenfundaba sus dagas.

– Por desgracia, no. Tengo pendientes más importantes que hacer – Ethan aseguró dando media vuelta y desapareciendo de su vista –. Por su bien, espero que no estén cerca cuando mi plan entre en acción.

 

– ¿Qué haremos ahora? – Katherine preguntó sin guardar sus dagas.

– Esperaremos en la ciudad a que Ethan decida poner en marcha lo que tiene planeado hacer – Aiden contestó apresuradamente –. Lo de la carta puede esperar.

– Me parece bien – Katherine enfatizó un poco más tranquila –, ¡pero podemos salir de estas calles, por favor!

– ¡Por supuesto! – Aiden exclamó mientras hacía desaparecer su espada –, regresemos a casa del rey y avisémosle del cambio de planes.

– Anya puede ser la que lleve el mensaje a la otra ciudad – Katherine propuso mientras caminaban de regreso.

 

Por segunda vez en un corto periodo de tiempo, Katherine y Aiden recorren las poco pobladas calles de la ciudad; la misma gente sigue vendiendo los pescados y guarda silencio cuando pasan frente a sus puestos.

– Estos pobladores no pueden aceptar un simple error – Aiden comentó en voz baja.

– Eso pasa cuando amenazas a un simple vendedor con una espada – Katherine bromeó –, y más cuando la espada aparece de la nada.

 

Una bola gigante de fuego atraviesa el aire iluminando brevemente a la ciudad. Todos levantan la mirada asustados, pero al ver que no impacta en donde están, reanudan con sus actividades.

– No sabía que los tortfeyo pudieran lanzar sus proyectiles tan lejos – Katherine señaló.

De pronto, otra gigante bola de fuego hace impacto con una de las viviendas de la ciudad, derribándola de inmediato y soltando una fuerte llamarada. Al ver eso los pobladores de la ciudad empiezan a correr hacia la casa, tratando de apagar el fuego con las cubetas de agua que tienen cerca.

– Eso no es un tortfeyo – Aiden gritó corriendo hacia el incendio –, ¡aléjense de las casas!

Instantes después, otro proyectil cae a la mitad de la calle lo que causa una fuerte explosión y varias personas lastimadas y otras más quemadas.

– ¡Tenemos que hacer algo! – Katherine suplicó desesperada viendo a la gente correr por las calles.

– Organiza a las personas, necesito sacarlas de la ciudad y alejarlas de las explosiones – Aiden instó rápidamente –. Yo me encargaré de los incendios.

– ¿Qué hago yo? – el rey que había salido de su casa para unirse a los demás interfirió –. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras mi pueblo sufre.

–¿Puede guiar a su pueblo a un lugar más seguro? – Katherine le inquirió –, seguro conoce la región mejor que yo y, de esa manera, puedo auxiliar a Aiden a controlar el fuego.

 

Otra gran bola de fuego hace explosión a escasos metros de donde ellos se encuentran, ocasionando que la fuerte onda los vuele. Aiden es el primero en levantarse cuando ve que Katherine tiene un gran corte en la frente del cual sale una cantidad peligrosa de sangre. Sin perder un segundo, se hinca a su lado, coloca las manos sobre la herida y susurra unas palabras que son apagadas por los gritos de las personas. Un breve destello de luz desprende de las manos de Aiden y la herida de Katherine empieza a sanarse. Voltea a ver al rey y, para su alivio, alcanza a ver que está incorporándose.

– ¡Necesito que saque a las personas de aquí! – Aiden apremió –, antes de que sea demasiado tarde.

El rey aún aturdido, asiente lentamente con la cabeza, da media vuelta y trata de reunir a las personas a su alrededor. Cuando tiene con él a un grupo numeroso de personas emprende su apresurada marcha hacia las afueras de la ciudad.

– ¡Vamos, Katherine! – Aiden suplicó –, necesito que despiertes, necesito de tu ayuda.

 

Una quinta bola de fuego hace impacto en otras casas derribándolas por completo y expandiendo las llamas. Aiden, viendo que Katherine no despierta, decide tomar el control. Se levanta y se para firmemente en el suelo, sintiendo el calor que proviene de las llamas, que con el paso del tiempo crecen. Aiden extiende las dos manos, cierra los ojos y grita – ¡remtar! – una suave brisa de aire rodea el cuerpo de Aiden. Poco a poco, las llamas que tiene más cerca descienden su intensidad hasta casi apagarse por completo.

 

Aiden abre los ojos, agotado deja caer los brazos y siente como una gota de sudor le empieza a caer por la cara. Hace acopio de sus fuerzas, levanta por segunda ocasión sus brazos y se prepara para repetir el hechizo; no obstante, una sexta bola de fuego explota a escasos centímetros de él y es expulsado nuevamente por una onda lo que provoca que caiga golpeado a varios metros de distancia. 

 

La cercanía de la explosión le ha causado quemaduras en los brazos y en las piernas. Fatigado, voltea a ver hacia donde Katherine se encuentra, pero entre las llamas aparece Ethan con una sonrisa tenebrosa.

 

– Les advertí que esto iba a pasar. Tuvieron una oportunidad de irse, pero decidieron quedarse – Ethan explicó mientras desenfundaba su espada –. Ahora sufrirán las consecuencias.

Aiden intenta incorporarse, pero el ardor de sus quemaduras y el dolor de sus golpes son insoportables, por lo que se deja caer de nuevo. Alcanza a ver la figura de Ethan corriendo hacia él con la espada, listo para atacar. A mitad del camino, Katherine aparece con sus dagas en las manos y una mirada salvaje.

– No des un paso más – Katherine amenazó interponiéndose entre Ethan y Aiden –, si quieres llegar a él tendrás que pasar por mí primero.

– Será un placer – Ethan sonrió frenándose en seco.

 

Otra fuerte explosión se escucha a la distancia, pero ni Katherine ni Ethan desvían la mirada y continúan frente a frente. Ethan es el primero en atacar, soltando una estocada que Katherine esquiva con una de sus dagas.

– Nada mal, nada mal – Ethan expresó –, estás aprendiendo rápido.

Katherine embiste con sus dagas un ataque tras otro, moviéndolas como si fueran una extensión de su cuerpo. Para su sorpresa, Ethan elude todos sus ataques sin siquiera utilizar su espada.

– Aún te falta velocidad – Ethan señaló.

Antes de que Katherine pudiera responder, Ethan da un paso hacia adelante a una velocidad increíble, da medio paso hacia la izquierda y ve como Katherine sujeta las armas para bloquearlo de nuevo; sin embargo, en el último instante gira hacia la derecha blandiendo la espada y produciendo un largo corte en la espalda de Katherine.

Ella suelta un fuerte grito de odio, voltea rápidamente con las dagas en alto y ve que Ethan está parado revelando una gran sonrisa. Katherine decide atacar de nuevo, pero Ethan detiene las dagas sin mayor esfuerzo.

 

Ethan saca un pequeño cuchillo que tiene atado a la cintura y, aprovechando que Katherine está situada a escasos centímetros, lo blande hacia ella haciéndole un corte en la cara; de inmediato, Katherine siente como se abre su piel y comienza a brotar la sangre. Ella da un paso hacia atrás para alejarse de su enemigo y acercarse a Aiden.

– ¡No podrán ganarme! – Ethan exclamó sin si quiera sudar.

Los ejércitos de Orgon están rodeando las ciudades y terminando con la vida de las personas que intentan huir; están presenciando el final de Glogor y Nogor.

 

Se hace una pequeña pausa en la pelea y Katherine alcanza a escuchar a la distancia los gritos de las personas que mueren una por una bajo las órdenes de Orgon.

– Esto no terminará así – Katherine aseguró gritando mientras una lágrima se mezclaba con la sangre de su mejilla.

– Yo sé que no – Ethan respondió caminando hacia ella con la espada en alto –, y cuenta con ello.

 

Antes de que Ethan pudiera llegar al lugar en el que se encontraban, Katherine carga a su amigo que sigue tirado en el piso perdiendo la consciencia momentáneamente a causa del dolor. Katherine echa un último vistazo a la ciudad que intenta resguardar y la ve en ruinas e incendiándose. Con el dolor que siente, crea un portal y lo atraviesan… huyendo de Noliac.

 

FIN

La Huida de Noliac Parte IV © Diego Diz Rodríguez

Todos los derechos reservados

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